(Extracto del artículo ‘El consumo de leche fresca en Cataluña entre mediados del siglo XIX y 1936: la difusión de un nuevo alimento’, elaborado por Roser Nicolau Nos y Josep Pujol Andreu, de la Universidad Autónoma de Barcelona)
El bajo consumo de leche fresca en Cataluña hasta los primeros años del siglo XX ha quedado reflejado, por ejemplo, en las memorias que realizaron diversos médicos de la región, con el fin de informar sobre las condiciones sanitarias de los municipios en los que trabajaban.
De las 45 topografías que hemos consultado para el período de 1798 a 1907, en 15 no se mencionaba el consumo de leche y sólo en 7 se intentaba cuantificarlo. En estos casos, los autores señalaban que el consumo de leche cubría las necesidades de la población, aunque las cantidades resultantes no superaban los 15 litros por habitante y año en 5 municipios, y en los 2 restantes se situaban entre 20 y 23 litros. De los 21 municipios en los que se especificaba el tipo de leche que se consumía, además, en 12 se indicaba que predominaba el consumo de leche de cabra y sólo en uno se destacaba el consumo de leche de vaca. En los 8 municipios restantes, los médicos únicamente indicaban que se consumían las dos clases de leche.
El consumo de leche fresca no sólo era reducido en las comarcas del centro y sur de Cataluña, donde predominaban los cultivos de cereales, viñedos, olivares y árboles frutales, sino que también lo era en las comarcas más septentrionales de la región, donde las condiciones ambientales eran más parecidas a las de la Europa atlántica y la presencia de ganado vacuno era mucho mayor
Algunas informaciones indican que el consumo de leche fresca por habitante y año en la ciudad de Barcelona se situaba en 4,32 litros en la década de 1850 y en 13 litros en 1902.
En las zonas productoras de ganado vacuno, los terneros no eran destetados hasta tres o cuatro meses después del parto y las vacas no acostumbraban a ordeñarse a partir de ese momento.